QUINTA DO AMEAL, TERROIR DE LOUREIRO

Tenemos la imagen de que los vinos blancos portugueses son de mucha producción y una calidad media, frente a los tintos que los identificamos con Oportos de alta calidad. Que se lo pregunten a Pedro Araujo, biznieto de Adriano Ramos-Pinto, fundador de las bodegas del mismo nombre, que consiguió hace un siglo aproximadamente que en Brasil en vez de pedir un vino de Oporto se pidiera un “Adriano”.

Ese mismo empeño está poniendo Pedro, además de ideas nuevas, conocimientos y experiencia, para convertir la Quinta do Ameal en un Terroir de referencia de grandes vinos blancos de Portugal. Y no va nada mal encaminado. Ha conseguido una nueva visión de la variedad Loureiro donde prima la calidad frente a la cantidad, con cultivos orgánicos e incluso con crianzas en barrica. El resultado son unos de los mejores blancos de Portugal, presentes en exclusivos restaurantes de más de 15 países. Al igual que existe la expresión “Haute Cuisine”, podríamos decir que estamos ante unos vinos de autor que complementan perfectamente las creaciones de los grandes chefs. De ahí la denominación de “Vinos de Terroir”

Y es que Quinta do Ameal, en el Alto Miño, ocupa un enclave a orillas del río Lima y aplica unos métodos de viticultura que la diferencian de su entorno de tal manera que la variedad Loureiro adquiere tales características que no se acompleja ante Rieslings de la Alsacia o Sémillons del Hunter Valley de Australia.

Pero si uno aún no está muy convencido, no tiene más que acercarse hasta la Quinta, donde entrará en una atmósfera que se conserva desde 1710 y ocupar alguna de sus exclusivas habitaciones, decoradas con un gusto exquisito en las que no faltan guiños a las distintas partes del mundo donde ha vivido Pedro, manteniendo un equilibrio entre modernidad, confort y tradición.

Esas mismas características podríamos decir que son las que mantienen sus vinos. Nos ha encantado el Quinta do Ameal Escolha, monovarietal de Loureiro, criado barrica de roble francés durante 6 meses y con una imagen muy actual. El resultado es un vino que en nariz nos trae aromas de azhar y cítricos, con una buena acidez en boca en la que la presencia de madera nos da una sensación glicérica para tener un rerogusto, largo, complejo, elegante y muy equilibrado entre frutas y ahumados.

Si Adriano consiguió que a los Oportos los pidieran por su nombre, esperamos que dentro de poco cuando pidan el mejor vino blanco portugués pidan un “Pedro” o lo que es lo mismo, un Quinta do Ameal.

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